- “¿Cómo está mi cabello?”- Dice la señora Hardford sentada en el excusado. Ella espera la respuesta de su esposo.
- “Estás hermosa como siempre”- Comenta Bill sin apartar la vista del espejo. Se acomoda la corbata cuando siente un reproche.
- “¿Cómo sabes? Sin ni siquiera me miras”.
Sobre esas caretas del matrimonio trata la póstuma creación de Stanley Kubrick (megalómano director y cariñoso esposo involucrado más de 30 años con una sola mujer).
En el universo Kubrick existen muy pocas heroínas, y entre estas sobresale la Alice que construye Nicole Kidman: Su capacidad de entregar amor sin ceder a las hermosas tentaciones con barbillas fuertes, manos firmes y modales europeos. No cabe duda que a Kidman le sobran los huevos que a Tom Cruise. Conforme transcurre la historia, Bill Hardford se minimiza, se reduce, se evapora, es como el efecto ilusorio de un tronchito con truco.
Mejor está el Víctor de Sidney Pollack. Inescrupuloso y cínico. Todo un estratega que sabe pagar favores a los amigos.
Como en las últimas pelis de Kubrick se tiene dos partes bien marcadas: La hora inicial para descripción de personajes y los pecadillos; y la etapa ¿conclusiva?, una especie de descenso a los rincones sórdidos de la mente humana. Azul para el consuelo. Rojo y ambar para la destrucción. Algunas notas de piano delatan y crean atmósferas verdaderamente espeluznantes.
Pero si hay un reproche. Resulta repetitivo en presentar recuerdos, pesadillas y fantasmas.
Por lo demás, cada vez que vuelvo a disfrutar del trabajo de Stanley Kubrick, veo un cine sin fecha de caducidad (y eso se agradece hasta con los ojos bien cerrados).
Cavt.
La HaBiTaCiÓn VeRdE, no pretende ser una crítica cinematográfica, sino una serie de ideas sueltas después de ver una película poderosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario