martes, octubre 14, 2008

Por FaVoR rEbObInAr ::: Para bailar con el corazón


Happy Feet (2006)
Director : George Miller

A veces uno peca por prejuicioso.

La historia de un pingüino que no sabe cantar para cortejar y solo es bueno bailando tap. “uy yo paso” le dije a mi proveedora de felicidades en el Molino. Qué equivocado estaba, Happy Feet (2006) es tal vez de las más hermosas películas de animación que he visto en mi salvaje vida.

¿Por qué comenzar un segmento de reseñas de películas en el blog, con una película hollywoodense? No sé, tal vez soy un convencido de que las películas son buenos pretextos para dialogar o escribir; vengan de donde provengan, hagan quienes las hagan y por muy malas que estas podrían ser. Sí, lo sé, me contradigo con lo señalado al principio, pero tampoco puedo dejar de ver esa sinopsis en la contratapa fotostática del estuche o seguir el consejo de mi (roto) corazón cinéfilo.

Todos tenemos una torre de pospuestos, esas cositas que dejamos para cuando tengamos tiempo o ganas. El devedé Happy Feet constituía la base de esa apilada indiferencia; era la última opción, dudé mientras lo desempolvaba pero lo elegí desencantado. Después de 110 minutos, una fuerza extraña hacía que mis pies bailarán al conducirme con dirección a la computadora. Después lograba teclear tarareos desafinados mientras llenaba esa eterna página en blanco, gracias a los recuerdos que silbaba mi infancia recobrada.

La película de George Miller aborda desde el miedo a lo desconocido hasta las dificultades para integrarse en una sociedad que ve en lo distinto una amenaza. Los personajes más pintorescos de la película sacan partido a sus diferencias para lograr la felicidad. Cantan, pescan, nadan, juegan o hasta simplemente reposan. El héroe duda, tiene miedo a que no lo acepten, se atreve a actuar pero al ser rechazado, emprende un obligado viaje que le permitirá conocerse (y reconocerse). Lo acompañan en su aventura algunos compinches sinvergüenzas pero sobretodo, los recuerdos de un amor imposible.

En una importante escena; los humanos representados como “los otros extraños”, observan a manera de pasatiempo, como el héroe es parte de ese cruel espectáculo que somete y automatiza a cualquiera. Cuando la esperanza se redujo sólo a la posibilidad de sobrevivencia, es curioso darse cuenta que la única salida se gesta gracias a esa “diferencia especial” que tanta antipatía generó a los “semejantes”.

No cabe duda, que disfruté mucho esos momentos en que la imagen también danza, con esos vuelos acrobáticos que nos permiten ver la inmensidad de un níveo desierto o de un océano infinito; y que se detienen en algún rostro emplumado, como si se tratará del choque de una cámara documental contra un despistado pingüino. Tal vez, Happy Feet posea una sutileza que para los pequeños sea difícil captar, por eso sus creadores buscaron otra forma de baile familiar, que no solo sirva para mover cadenciosamente el cuerpo, sino que también logre estremecernos con cada latido del corazón.

César Alberto Venero Torres

P.d: Robin Williams (la voz original del pingüino latino) y su jocosa versión de “my way”

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